miércoles, 2 de enero de 2013

Eucaristía, océano que nos disuelve en su amor






¿Permites que Jesús se disuelva en tu alma cuando comulgas?



¿Permites que la llama  del amor de Jesús arda en ti, que queme lo infecundo y reluzca su gracia?


¿Te conviertes en ese grano de sal que al sumergirse en el mar se disuelve pasando a ser una sola cosa en el océano?


Al comulgar somos como granos de sal sumergidos en el mar, allí nos disolvemos y ya no somos granos de sal, somos el mar, el océano. Allí nos fundimos, nos diluimos, formando una sola masa de agua, un sólo Cuerpo. Eso es la Eucaristía, “Milagro de Amor”. Esto nos lleva al abandono en las manos de Dios, a dejarnos poseer por El para que tome el control y actúe en nosotros.


Pidamos a Jesús cambie nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Si la piedra es arrojada en el mar, seguirá siendo piedra, no se da la comunión plena, no se da la disolución, seguirá siendo piedra. Es como el alma endurecida o entumecida por el pecado, que no se arrepiente de corazón, por eso tiene corazón de piedra.


Dice en las Sagradas Escrituras: “Si al presentar la ofrenda en el altar del Señor recuerdas que tienes algo contra algún hermano, ve antes a pedir perdón, y tendrás paz en tu alma”, pues de lo contrario la ofrenda tampoco de nada te servirá. Al igual, si vas a recibir a Jesús sin la debida preparación y con tu alma sucia y llena de rencor hacia tu hermano, ¡pena de ti!, te estás comiendo tu propia condenación. No se da la comunión plena, ni Jesús puede obrar en esa alma. Es como el agua y el aceite que aunque los quieras unir, te darás cuenta que no lo vas a lograr porque el aceite se separa del agua. Así sucede cuando recibimos a Cristo sin la debida preparación, sin fe, sin esperanza, sin caridad.  De esta forma no le damos oportunidad a Jesús para que obre en el alma, porque  su corazón impúdico y empañado por el pecado no soporta tanta pureza, tanta inmensidad de luz, de amor. Es el pecado que aparta el alma de la pureza de Cristo, del Corazón Inmaculado de Cristo.


Cierto que ningunos somos perfectos, pero Jesús desea nuestro sincero esfuerzo y arrepentimiento, y nuestra lucha constante para salir de ese estado de lodo, de lastre y suciedad.


Jesús dio su vida por nosotros para rescatarnos del pecado, luego, se quedó en la Eucaristía para que allí donde El esté estemos también nosotros, además nos dijo: “Estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. Allí donde El está estaremos nosotros, allí en la Eucaristía estamos con Jesús formando un solo cuerpo. La Eucaristía es un manantial y océano de agua fresca que sacia nuestra sed.


Seamos conscientes, dejémonos abrazar por Jesús en la Eucaristía, conozcamos este don maravilloso, el mayor y el mejor de todos los dones. Seamos agradecidos, que no hay mayor consuelo para el Sagrado Corazón de Jesús que sus hijos le agradezcamos y le amemos no sólo de palabras sino con obras y en vedad.


¡Cuánto cambiaría nuestro mundo si aprendiéramos que al comulgar a Cristo le recibimos también al hermano!


¡Cuánto cambiaría nuestra sociedad si fuésemos más conscientes que somos hermanos en Cristo y que El habita en cada alma!


¡Cuánto cambiaría nuestro país si comprendiéramos lo mucho que consolaríamos a Jesús Eucaristía, si viviéramos esta Sagrada Celebración como la última de nuestra vida, con el mayor fervor y con la debida preparación!


¡Cuánto cambiarían nuestras familias si recibiésemos a Jesús más a menudo intercediendo uno por otros y viviendo con fe la comunión de los santos!


¡Cuánto cambiaríamos cada uno de nosotros si mantuviésemos una relación más estrecha con ese Dios que habita en nuestras almas!


¡Santo Espíritu Divino! Manda tu luz desde el cielo y abre nuestra mente y corazón para que podamos cada día que pasa amarte más en la Eucaristía, ser conscientes de tu presencia amorosa y real, y de la presencia de cada alma que está en gracia de Dios. Y de esta forma comulgándonos mutuamente podamos forjar una sociedad que te glorifique con sus obras, siendo todos otras hostias vivientes. 

martes, 1 de enero de 2013

EUCARISTIA, PRESENCIA VIVA Y REAL DE NUESTRO AMADO JESUS

Amor de Cristo y Unión con Cristo

<< Jesús nos dijo: “comed y bebed”, para que tengan vida>>. Por esta razón al comulgar debemos ser conscientes de que es el mismo Jesús a quien recibimos en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, lo comulgamos a Él, Vida Verdadera, para dejar que Él nos comulgue y así podamos ser Uno con EL, en EL y por EL.

Hermanos, cuando tenemos un encuentro real con Cristo nuestra vida cambia cabalmente nuestra mentalidad es diferente, actuamos según Cristo porque “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi” (Gal 2,20).


El Amor Eucarístico de Jesús hacia nosotros es tan inmenso que incluso se quedó haciéndonos compañía para que podamos alimentarnos de Él y ser Uno con Él y con nuestros hermanos en la fe. Por esta causa estamos comprometidos y es nuestro deber cuidar y respetar nuestros cuerpos y presentarlos al Señor como hostias puras, pues en el Bautismo hemos sido constituidos templos del Espíritu Santo y Dios habita en nuestras almas. Es necesidad nuestra adorar a Dios en nuestras almas y en la de nuestros hermanos. Reconocer a Cristo presente, vivo y real en las almas.

En la vida cotidiana

Si decimos que amamos a Dios a quien no vemos y no amamos al prójimo a quien sí vemos y tenemos a nuestro lado, entonces ¿qué credibilidad podrá haber en nuestras palabras? NINGUNA. Por lo tanto, es nuestro deber ser testimonios vivientes también con nuestras obras porque la Eucaristía nos lleva a evidenciar eso que vivimos y experimentamos en su intimidad, nos lleva a compartir, a darnos con generosa e incondicional entrega a los hermanos, a inmolarnos por el otro como pasó Jesús su vida en la tierra. El se dio con plena generosidad durante toda su vida y “aprendió sufriendo a obedecer”, su vida fue inmolación y sacrificio. Esa es la Eucaristía, el Misterio y Milagro de Amor.

Pensamientos que nos dan luz

Decía el Beato Juan Pablo II: “La Eucaristía es verdaderamente un resquicio del cielo que se abre sobre la tierra… penetra en las nubes de nuestra historia y proyecta su luz sobre nuestro camino” 


Y es que la Eucaristía vivida con dignidad es ya una participación del Reino de Dios por anticipado aquí en la tierra donde todos unidos un día no haremos otra cosa sino amar, adorar y alabar a nuestro buen Dios, a nuestro Rey y Señor. La Eucaristía como dice nuestro Santo Padre, Beato Juan Pablo II, penetra en nuestra vida, nos convertimos en Aquello que comulgamos, en cristos vivientes, y allí donde existió oscuridad El irradia luz; allí donde existió pecado El los purifica y aunque hayan sido rojos como escarlata, El los lava y quedan más blanco que la nieve, porque para Dios nada hay imposible. Y Jesús se nos muestra como el Camino, la Verdad y la Vida.

En el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, escrito por nuestro Santo Padre el Papa Benedicto XVI, pregunta # 271, pág. 82 dice: “La Eucaristía es signo de Unidad, vínculo de caridad y banquete Pascual, en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la Vida Eterna” Y en la # 274: “La Eucaristía expresa y produce la comunión en la vida divina y la unidad del pueblo de Dios. Mediante la celebración Eucarística nos unimos a la Liturgia del Cielo y anticipamos la vida eterna”.

Son estos pensamientos joyas espirituales de gran valor. Pidamos a Dios imprima con un sello que jamás se borre en nuestras almas estas enseñanzas para que nos desvelen este gran Misterio y Milagro de Amor, conozcamos su precio y podamos cada día vivirla más dignamente. Si conociéramos el Don de Dios lloraríamos de Gozo y a la vez podríamos unirnos a la pasión de Cristo, en sus sufrimientos para consolarle por lo mucho que sufre la falta de amor en los hombres. ¡Oh Jesús manso y humilde de corazón que cada día te ame más en la Eucaristía y así pueda amar más a mis hermanos, y ser consciente de que en Ti (Eucaristía de Amor) estamos todos formando un sólo Cuerpo! Te amamos Jesús y te pedimos perdón por los que no te aman y no reconocen sus faltas.

Jesús, divino Sol de justicia y de paz, reina en nuestros Corazones.  Y Ya que te quedaste en la Eucaristía por amor a los hombres no permitas nos apartemos de ti jamás para que podamos contigo un día todos juntos bendecirte, adorarte y amarte con todo lo que somos y tenemos.

"EUCARISTIA", MANANTIAL REBOZANTE DE CARIDAD



Contemplar a Cristo


¿Alguna vez has visto una imagen que te conmueva?

¿Has experimentado fuertemente la vivencia de una situación alegre que no has podido callar?

Ahora bien, ¿Tienes idea de lo que significa contemplar a Cristo? Contemplar a Cristoes más que ver o mirar, contemplar es dejarse poseer por Cristo. Contemplar a Cristo en la Eucaristía es más que una simple mirada, es fusionarse con El, abandonarse en su amor, dejar que El obre en el alma y tome posesión de los pensamientos, de las palabras, en fin, de los sentidos. Es descubrir el amor de Cristo y adentrarse en su misterio de amor.

La contemplación de Cristo y su adoración nos llevan a obrar, a transmitir aquello que vivimos con El. Te preguntarás, y ¿De qué forma? Convirtiéndolo en obras concretas hacia nuestros hermanos ya que podremos descubrir en el prójimo el rostro de Cristo sufriente, abandonado, pobre, azotado por las impiedades del hombre que se encuantra vacío por el pecado.

Como fuente de donde brota el amor, la Eucaristía fortalece nuestra alma para el combate espiritual que a diario debemos enfrentar, por lo que debemos estar vigilantes porque el enemigo anda al acecho, buscando a quién devorar. Al respecto la Primera Carta de San Juan 3,6 nos recuerda: "Todo el que permanece en El, no peca".

La Eucaristía es el Sacramento de la unidad "Dios en mí, yo en El", nos recuerda la Beata Sor Isabel de la Trinidad, es Cristo que se da y que viene a caminar conmigo. De mí depende seguir junto a El o separarme. Cuando me separo es cuando peco, pero si permanezco unido a El no peco, porque somos uno y Cristo es la Luz del mundo, donde El está sólo hay luz, claridad, verdad, Vida Verdadera.

Como Sacramento de unidad conlleva comunión plena con la Santísima Trinidad, y por lo tanto debemos traducirlo en nuestras relaciones con los demás, con nuestros hermanos. "Ante todo, tened entre vosotros intenso amor, pues el amor cubre multitud de pecados" (Primera Carta de San Pedro 4,8)

Cristo Jesús en la Eucaristía nos abre su Sagrado Corazón y allí nos sumerge en el abismo de sus grandezas, de su amor misericordioso e infinito hacia nosotros, nos concede su paz porque nos quiere hacer partícipes de su misma vida y quiere que le seamos agradecidos, como bien nos lo dice San Pablo a los Col. 3,15: "Que la paz de cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo cuerpo. Y sed agradecidos."

La Eucaristía, fuente de donde brota toda caridad es el mismo Jesús quien quiere y desea encontrar un corazón que le acoja, que le contemple y le reciba para El poseerlo y comunicarle sus secretos, para que pueda vivir en comunión con los hermanos y en total entrega como El.

" yo les he dado la Gloria que TU me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: YO en ellos y TU en mi para que sean perfectamente uno. ( San juan 17, 22-23).

lunes, 17 de diciembre de 2012

Gracia de Dios, Eucaristía y Unión de amor en el Cuerpo de Cristo


Cuando nuestra alma se encuentra en gracia de Dios, nuestra vida irradia lo que llevamos dentro: LA PRESENCIA DE DIOS. 

Y, ¿qué es la presencia de Dios? 

Según mi experiencia personal, no es más que ese pensamiento constante en Dios, ese ofrecimiento de toda actividad que hacemos, es decirle a ratitos: Jesús te amo, lo hago por ti, para tu mayor gloria; no es más que esa paz, esa sonrisa, ese gesto de amor, de bondad, de generosa entrega, ese gesto de perdón, de compasión, de dolor ante el crimen, ante la guerra, ante la injusticia, ante la violencia y todo lo que ofende al Amado, a nuestro señor Jesucristo.

Ahora bien, ¿cómo llegar a ese estado? 

Con humildad, con el rostro humillado ante nuestro Dios, pidiéndole perdón sincero, y antes que nada invocando al Espíritu Santo para que nos dé su luz y así poder recordar nuestras faltas. 

Esto antecederá al sacramento de la Penitencia, donde acudimos con arrepentimiento y dolor por haber ofendido a nuestro Señor, pero a la vez con la certeza, paz y confianza de que la misericordia infinita de nuestro Señor perdonará nuestras culpas, y con el firme propósito de nunca volver a cometer esas faltas, aunque de hecho podamos volver a caer a causa de nuestra debilidad, pero con la confianza de que el Todopoderoso nos ayudará a ser mejores si somos fieles y claro está, poniendo nosotros nuestra mejor, buena y fuerte voluntad.

Una vez que nuestra alma ya se encuentre en gracia de Dios, podremos recibir a Jesús Eucaristía, Milagro de Amor, hecho Pan para darnos Vida Eterna, Vida en Abundancia, Vida Verdadera. Este es el cielo anticipado ya en la tierra, es lo mejor que ha podido existir, es lo supremo, lo máximo, lo eterno, lo infinito. Palabras no existen que describan lo que es la Eucaristía, pues nos quedaríamos siempre muy cortos. 

Eucaristía, Milagro de amor

Al comulgar a Jesús, le recibimos en plenitud, es decir, recibimos su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. El está en cada alma de buena voluntad que le recibe con fe y amor, y pide con humildad perseverancia en su gracia. Comulgamos al mismo Jesús en cada Eucaristía, Memorial y Muerte de su Pasión. Al comulgarle a El, por su voluntad y su gracia nos comulgamos todos y nos unimos en un mismo Cuerpo con El y en El.

De esta manera hacemos realidad el deseo de Jesús de que todos seamos uno, un sólo cuerpo en El. Somos los miembros del cuerpo de Cristo para mayor gloria de Dios. Si uno de sus miembros sufre, todos sufren. Si todos están sanos, hay unidad, armonía y paz.

En la Eucaristía intercedemos todos unos por otros. Es el mejor momento para interceder por las almas del purgatorio. Por esta razón es de suma importancia que nos acerquemos a comulgar fervorosamente, con fe y mucho amor. Podemos ser intercesores por vivos y difuntos. Vivimos de esta forma la Comunión de los Santos. Unidos todos pidamos a los santos intercedan por nosotros y al coro de los Angeles para que un día nos podamos encontrar en el Cielo. Sabemos que si así lo hacemos empezaremos a experimentar este gozo desde ya, es que la Eucaristía es : El Milagro de Amor, el mayor de todos.