lunes, 17 de diciembre de 2012

Gracia de Dios, Eucaristía y Unión de amor en el Cuerpo de Cristo


Cuando nuestra alma se encuentra en gracia de Dios, nuestra vida irradia lo que llevamos dentro: LA PRESENCIA DE DIOS. 

Y, ¿qué es la presencia de Dios? 

Según mi experiencia personal, no es más que ese pensamiento constante en Dios, ese ofrecimiento de toda actividad que hacemos, es decirle a ratitos: Jesús te amo, lo hago por ti, para tu mayor gloria; no es más que esa paz, esa sonrisa, ese gesto de amor, de bondad, de generosa entrega, ese gesto de perdón, de compasión, de dolor ante el crimen, ante la guerra, ante la injusticia, ante la violencia y todo lo que ofende al Amado, a nuestro señor Jesucristo.

Ahora bien, ¿cómo llegar a ese estado? 

Con humildad, con el rostro humillado ante nuestro Dios, pidiéndole perdón sincero, y antes que nada invocando al Espíritu Santo para que nos dé su luz y así poder recordar nuestras faltas. 

Esto antecederá al sacramento de la Penitencia, donde acudimos con arrepentimiento y dolor por haber ofendido a nuestro Señor, pero a la vez con la certeza, paz y confianza de que la misericordia infinita de nuestro Señor perdonará nuestras culpas, y con el firme propósito de nunca volver a cometer esas faltas, aunque de hecho podamos volver a caer a causa de nuestra debilidad, pero con la confianza de que el Todopoderoso nos ayudará a ser mejores si somos fieles y claro está, poniendo nosotros nuestra mejor, buena y fuerte voluntad.

Una vez que nuestra alma ya se encuentre en gracia de Dios, podremos recibir a Jesús Eucaristía, Milagro de Amor, hecho Pan para darnos Vida Eterna, Vida en Abundancia, Vida Verdadera. Este es el cielo anticipado ya en la tierra, es lo mejor que ha podido existir, es lo supremo, lo máximo, lo eterno, lo infinito. Palabras no existen que describan lo que es la Eucaristía, pues nos quedaríamos siempre muy cortos. 

Eucaristía, Milagro de amor

Al comulgar a Jesús, le recibimos en plenitud, es decir, recibimos su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. El está en cada alma de buena voluntad que le recibe con fe y amor, y pide con humildad perseverancia en su gracia. Comulgamos al mismo Jesús en cada Eucaristía, Memorial y Muerte de su Pasión. Al comulgarle a El, por su voluntad y su gracia nos comulgamos todos y nos unimos en un mismo Cuerpo con El y en El.

De esta manera hacemos realidad el deseo de Jesús de que todos seamos uno, un sólo cuerpo en El. Somos los miembros del cuerpo de Cristo para mayor gloria de Dios. Si uno de sus miembros sufre, todos sufren. Si todos están sanos, hay unidad, armonía y paz.

En la Eucaristía intercedemos todos unos por otros. Es el mejor momento para interceder por las almas del purgatorio. Por esta razón es de suma importancia que nos acerquemos a comulgar fervorosamente, con fe y mucho amor. Podemos ser intercesores por vivos y difuntos. Vivimos de esta forma la Comunión de los Santos. Unidos todos pidamos a los santos intercedan por nosotros y al coro de los Angeles para que un día nos podamos encontrar en el Cielo. Sabemos que si así lo hacemos empezaremos a experimentar este gozo desde ya, es que la Eucaristía es : El Milagro de Amor, el mayor de todos.